martes, 11 de septiembre de 2007

LA SOLEDAD


He recuperado el derecho a la soledad, el lujo de la soledad. Cerrar la puerta y encontrarse libre, sin gestos que deben adecuarse a la persona que tenemos delante, sin reservas, sin fingimientos, sin odios abiertos a confesiones. Sin respuestas urgentes a asuntos nimios. Sola. Para pensar, imaginar, proyectar. Para rememorar o rechazar el pasado. Para adormecerme un instante y decidir enseguida que hacer en el espacio que me rodea que he elegido y construido y amueblado con objetos cargados de significado, objetos que me acompañan y mañana me sobrevivirán porque ellos son indestructibles. A solas con ese interlocutor único que reside en un lugar no determinado, dentro de mi. Aquel a quién se confiesan las verdades más terribles, los fracasos nunca admitidos las debilidades y los deseos.